El arte pictórico del tarot tiende un puente entre lo visible y lo
invisible, entre el consciente y el inconsciente. Cada pequeño detalle
de sus láminas es un lenguaje cifrado al que contribuyen símbolos
procedentes de distintas artes esotéricas. La mayoría de ellos son
arquetipos. Por ejemplo, el arquetipo de la madre Naturaleza es una
anciana y el del héroe, un hombre como Hércules, capaz de salvar todos
los obstáculos.
En el curso de la evolución estos patrones han quedado
grabados en el inconsciente colectivo, adquiriendo una enorme energía.
Los arquetipos contenidos en el tarot actúan sobre el intérprete, para
quien todo símbolo se convierte en un foco que aumenta su concentración y
le sugiere respuestas intuitivas que no pasan por el tamiz de la lógica
y la razón. Al mismo tiempo, la meditación sobre dichas imágenes hace
de ellas agentes alquímicos capaces de llevar al alma por el camino de
retorno hacia la fuente de la que procede, un proceso que Jung llamó
“individuación”. Se trata del camino de los iniciados, aquel que buscan
quienes tienen su espíritu herido por la nostalgia del paraíso y están
subyugados por el anhelo de conocer su propia esencia y su destino en
esta vida.
El agua es el principio de todo, algunas mitologías se basan
en que el agua es anterior, inclusive al astro rey, el sol y a la madre
Tierra, y aseguran que ambos se originaron del agua. Más asociados al
conocimiento, los antiguos sabios dividieron el agua en dos, por una
parte identificaron el agua suspendida en el aire y la “bóveda celeste”
(aguas superiores) y otras aguas que subyacen por debajo de la Tierra,
océanos, lagos y manantiales que identificaron como aguas inferiores.
Posteriormente, el agua formó parte de los cuatro elementos de
la naturaleza junto al fuego, aire y tierra. El agua es anterior al sol
y a la tierra, que surgió de ella. Los antiguos llamaron aguas
superiores a aquel mundo signado por los fenómenos atmosféricos –y al
aire como su medio natural– que tiene al firmamento como cúpula; y aguas
inferiores a los líquidos que conforman los mares, ríos, lagos y
manantiales –y sus equivalentes psicológicos y gnósticos–, presentes en
todo el planeta. Las aguas son símbolo de purificación como bien puede
verse en las sociedades arcaicas que acudían a ellas en busca de una
nueva vida. El agua está asociada al ámbito de los sentimientos, es el
primer elemento que los seres humanos, desde las más antiguas
civilizaciones, hemos buscado para la purificación y el renacimiento
interior y espiritual. El agua representa el balance, en exceso rebasa y
su carencia ha sido considerada una maldición de los Dioses desde miles
de años.
En las cartas del tarot el agua aparece en la carta del Arcano
Mayor XIIII La Templanza y en la XVII La Estrella. En la primera el
agua se vacía entre dos vasijas y en la segunda el agua vuelve a su
cauce a través de un cauce emergido. El ángel solar que aparece en la
lámina mezcla las energías vitales -agua- para lograr la armonía del
ser. La espiritualidad (cántaro azul) se sacrifica para satisfacer la
afectividad y la sexualidad consciente (cántaro rojo). El tener dos
jarras en las manos y pasar agua de una a la otra (la Estrella)
significa comunicación y fertilidad. En el caso de la Templanza, las dos
jarras pasándose el agua la una a la otra, simbolizan equilibrio,
comunicación, fluidez.
En el arcano XVII El chorro de una las jarras se queda en el
suelo y fluye de vuelta al estanque, dando a entender la necesidad de
llenar el espíritu antes de nutrir al resto. El pie de la mujer no se
hunde en el agua, dando a entender que el agua es otro plano existencial
para ella. El estanque en la carta es el pozo del espíritu, y la figura
está volviéndolo a llenar y bendiciéndolo. Esto puede hacer referencia a
una sanación física, una sanación espiritual, o ambas. Las aguas son un
vehículo necesario para la reproducción de todas las especies; las de
la lluvia han sido tomadas constantemente como un factor imprescindible
para la generación universal, a tal punto que los dioses de la lluvia
ocupan un lugar análogo o aún más importantes que las deidades solares
en ciertos panteones; la sequía es sinónimo de maldición. En cualquiera
de sus manifestaciones el agua simboliza Abundancia, belleza, placer,
arte, felicidad. Altruismo.
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